1 - He leído con sumo interés y agrado el artículo de Jorge D. Brahim publicado el domingo pasado en esta sección sobre la conmemoración de la Batalla de Tucumán. Con un estilo claro, elegante, instructivo, Brahim ha llevado a cabo una lograda reflexión sobre el tema. Su lectura me ha disparado algunas reflexiones que creo pueden ser de interés para el lector.

2 - En primer lugar, esa violencia fundadora de la que habla el autor que, depurada, cuando no negada, integra la historia canónica de nuestros manuales escolares, exaltando los valores, los logros y las victorias y reprimiendo a una suerte de inconsciente patrio los entretelones negros de nuestra historia, ignorando la sala de máquinas que hay detrás de nuestras efemérides e instituciones, negando nuestra filiación en ese demiurgo aciago que ha alumbrado momentos nefastos de nuestra Historia.

3 - En segundo lugar, la cuestión de lo que podría denominarse la “forma” de la Historia, de su decurso, su aspecto temporal a largo plazo. Hay una suerte de tendencia endémica del espíritu humano a considerar que los tiempos fundadores y sus actores fueron de una naturaleza, tenían unas características excepcionales, que no volvieron ni volverán a darse en nuestro presente. Tendencia, este modo de concebir la Historia, entendemos, que hunde sus raíces, en lo formal, en la Historia bíblica, en esa Historia sagrada, esa gesta ejemplar e irrepetible de figuras fundadoras de la religión. Una Historia que nos habla de épocas y protagonistas modélicos, únicos, con unas características no hallables ya en nuestros días. Pareciera que esas formas bíblicas se conservan intactas, solo que reemplazados, sus actores y circunstancias, por contenidos laicos, de historia mundana. Todo lo cual da como resultado, una Historia hagiográfica en sus orígenes y decadente en su decurso posterior. Esto es, una Historia que a partir de un momento fundador ejemplar ha caído, se ha degradado en el tiempo posterior.

4 - Para que la Historia, y con ello la labor historiográfica tengan sentido, utilidad e interés para el hombre de hoy, es imprescindible erradicar de la manera de ver el campo de los hechos históricos esas dos notas mencionadas, la hagiográfica y la decadente, que la distorsionan; en efecto, consideramos que los tiempos y los actores del pasado no han sido de naturaleza diferente, en cuanto a sus características intrínsecas, de los nuestros; no han sido cualitativamente heterogéneos y distintos a los de hoy; los protagonistas históricos han sido hombres de carne y hueso, con sus virtudes y sus miserias como nosotros. Urge recuperar esa homogeneidad del tiempo histórico, esa comunidad de problemas y situaciones básicas entre el hombre del pasado y el del presente, que lleva a que “lo que el hombre ha hecho [en el pasado], otros hombres pueden entenderlo [en el presente]”, en la formulación de Isaiah Berlin.

5 – La Historia es maestra de vida sentenció Cicerón hace 2.000 años; durante siglos esta formulación tuvo sentido en las sociedades estáticas del pasado, hasta el advenimiento de nuestra edad contemporánea con sus cambios vertiginosos; sin embargo, por lo que venimos diciendo, dicha formulación no ha dejado de tener vigencia en nuestros días; la Historia sigue siendo de utilidad para el hombre de hoy, esto es, los problemas y las soluciones ensayadas por los hombres del pasado, en lo esencial, son similares a los del hombre actual, hecho que ha llevado a un pensador como Reinhardt Koselleck a rebautizar ese magisterio de la Historia en términos de “la contemporaneidad de lo no contemporáneo”.

6 - Baste pensar, para ilustrar lo dicho hasta acá, en un ejemplo latinoamericano actual como es el caso de Venezuela. La situación que hoy les toca vivir a los fallidos candidatos presidenciales Guaidó y Machado y al pueblo de ese país no es menos grave y peligrosa para sus vidas, que la que les tocó en suerte a los próceres de su independencia en el siglo XIX. Estos auténticos héroes actuales, están enfrentando problemas de suma gravedad con una valentía, un coraje y patriotismo similares o mayores a los de sus ancestros.

7 - Belgrano con su decisión y su accionar contribuyó con otros próceres a consolidar las fronteras de nuestro país. El tucumano Alberdi sentó las bases para nuestra organización, para esa Carta Magna que fija las reglas de juego dentro de esas fronteras. Finalmente, los tucumanos de la generación del Centenario fundaron, entre otros logros notables, la Universidad, ese faro histórico de conocimiento y cultura del NOA; tres generaciones de hombres ilustres, tres cauces abiertos para nosotros. No debemos amedrentarnos ante tan magna herencia; al fin y al cabo ha sido lograda por hombres y mujeres como nosotros. ¿Qué proyectos haremos circular por esos cauces? ¿Qué tarea nos compete a nosotros para aprovechar, no dilapidar esas tres fortunas heredadas?

Fernando Padilla

TUCUMÁN